Brissa está sentada en el piso de su habitación (la cual por cierto está alborotada como si alguién hubiera movido todo buscando algo), está junto a la ventana. Tiene las rodillas contra el pecho, las manos sucias de tanto raspar el suelo, la cabeza contra la pared y los ojos en el techo.
No tengo ganas de nada, me siento vacía y sola, es cierto que la tristeza me invade por ratos con sobresaltos. Es cierto que la mente se me nubla de cosas insanas e ireales- piensa.
Otra vez niña, ¿otra vez? ¿No prometiste que lo de ayer era lo ùltimo?, pobre de ti mi pequeña, eres tan jovén y sigues encerrada en ese dolor, ese sentimiento de intranquilidad que te tiene loca por la noches.
Ella se levanta y se tira sobre su cama, da un par de vueltas y se da cuenta que no puede dormir, que no es que tenga insomnio ni nada, es que seguramente la conciencia no la tiene tan limpia después de todo.
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